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Mostrando entradas de diciembre, 2019

"B" de bebida

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"En mi caso, tengo la impresión de que ello me ayudaba a hacer conceptos –es curioso–, a hacer conceptos filosóficos. Luego me di cuenta de que ya no me ayudaba o me ponía en peligro, o de que ya no tenía ganas de trabajar si había bebido. En ese momento hay que renunciar, vaya. Es así de sencillo" Deleuze

Hablo por mí

De niños, y luego de adolescentes, nos enseñan en un término de 8 horas a aprender más de una cosa, a cambiar, tras breves horas de descanso, de las matemáticas a las lenguas y luego a la historia, diversas cosas; para, ya de adultos,  pasar más de 8 horas diarias haciendo la misma cosa. 

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Para toda ficción, existe un dejo de realidad. (y también viceversa) Me dicen que me levanté y tome agua cada vez que viene un monstruo a montárseme encima por las madrugadas. No lo tolero, no viene a cuento que venga con ansiedad, con otra persona, soy otra persona, la verdad. ¿Y ahora qué? Me pregunto cada vez que me volteo una y otra vez. Hay algo ahí que no me deja sino dar vueltas. ¿Hasta dónde? No lo sé. ¿Cómo comienzo? ¿De qué forma termino? ¿Cómo podría comenzar una nueva etapa? A ver, a ver, sigo durmiendo y escucho mis propios ronquidos. Entonces, yo, por lo general, cuando estoy así no soy yo. Creo que ni otro, sino pienso en un tercer cuerpo que me grita. Esas ideas que se acumulan, ¿por qué no salen hacia otra parte? Me pienso que, entonces,  despertar e medio de la noche me hace hasta un perezoso para dormir. Mi ligera contradicción entre tantas contradicciones me va a terminar dejando en una reducción, un punto que no llega a ser o por el contrario en un lo

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Había una señora muy tierna, cuyo nombre me reservo, era dueña de un bar y a estas alturas, si eres de Caracas, ya sabes quien es.  Una señora rubia, catira, güera -no lo sé- que fue perdiendo el color del cabello hasta quedarse blanco, blanco y que, hasta el último de sus días, defendía sus anales con una vara de metal por si algún indigente se acercaba.  Ey, tú. Vete de aquí y volteaba su mirada sonriente, casi psicópata a mirarme y decirme, sigue bebiendo, que yo resuelvo, pero de la raya no te pases, literalmente.  Un día la señora era la de las chelas más baratas, otra de las más caras y así; otra ni siquiera había como pagarle porque de un día para otro la cerveza había subido y los billetes eran cada vez menos. Así que optó por el pago por el celular y no sé que cosa, que caía de una vez y era súper seguro.  Lo cierto es que cada vez que yo iba para allá, y cuando empezaba a perder la cuenta, la señora anotaba: una, dos, tres, cuatro de más. Epa, pero yo ni dob

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Joana me dice que, para no quemarme, escriba, sea creativo, de la misma forma que cuando era niño.  A veces leo, mejor llora suelta, a veces es mejor soltar; de niño llorar era un sacrilegio si no era ñpor dolor. Ese punto medio se omite en la adolescencia y olvidamos que para llorar solo se necesitan lágrimas no dolor, ni esfuerzo, mucho menos manipulación.

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¿Qué tanto de mérito tiene la espera?

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A veces tengo temor, no sé de qué. Cerati también y, a lo mejor, lo convirtió en canción. Mató al monstruo de un solo tajo, pero con acordes. Lo dijo, lo grito y aún así nadie se preocupó demasiado, más bien coreaban más alto. Y yo solo, al menos en eso, intento no imitarlo. 

La pelota

La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque aún no ha tocado el suelo. Dylan Thomas Es un sueño recurrente como el bote de una pelota sobre el suelo por encima de la cabeza de su vecino que un niño no toma por molestia Así de recurrente, como la poesía que no cabe en palabras sino en sueños. Tampoco en sueños sino en imágenes: De esas que no caben en el mundo real De esas que intentan introducirse a dónde no pertenecen Como cuando los niños quieren meter el cubo en una estrella.