¡Que no haya miedo, Gabo, que no haya miedo!

Ante la expectativa, todo es sorprendente, más aún si se trata una obra de Gabriel García Márquez, como "El coronel no tiene quien le escriba". Hoy, como en las semanas siguientes, se rendirá en el Centro Cultural Chacao un merecido homenaje que trata de emular al pasado, a la obra presentada por el Grupo Rajatabla hace 25 años atrás y con la cual el propio escritor se sintió conmovido. Hoy, el mismo grupo teatral  logra de nuevo una gran gala para la despedida del escritor colombiano. 

Para el puede jactarse de haber leído la novela pareciese un Deja vú, el diálogo se manifiesta en diálogo, y las descripciones son como si las líneas escritas se proyectaran en el espacio de las acciones, como si eso fuera posible y es posible. 

Para el que no, no hay que preocuparse, hay que devolverse a la frase anterior en viceversa, las acciones manifiestan las líneas escritas, es un libro animado. 

La movilidad del escenario, que pareciese también del original, envuelve a la obra en un dinamismo pasivo, como si Macondo pudiera existir en cualquier lugar, reiterado, repetido. Allí el coronel impregna su dolor (Pancho Salazar), allí su esposa (Aura Rivas / Miran Pareja) ven la esperanza por venir en un animal, un tren que ya pasó, más bien unas alas simbólicas de un gallo. No todo tiempo pasado es mejor y además se asumen las consecuencias. 

Allí, en ese pueblo, los matices son recreados con los personajes, Sabas (José Sánchez) o el médico (Gonzalo Velutini) Agustín (Rafael Ortiz) entre los tantos otros, que vienen y van con la luz -del escenario- pero al final, es como sí el tiempo no pasara, como sí la tristeza también fuera tiempo. 

Todo, todo bajo una esfera lúgubre que se encuentra siempre de reojo con la muerte, pero acaso como diría Ariel Rot, "Ahi viene la huesuda (...) no te quejes, hay formas mucho más tristes de desaparecer".

Cierro, Gabo, la vez que la vio dijo -y parafraseo- que él no leía sus novelas después de publicadas porque sentía miedo, aquella vez en 1989 sonrió porque "conoció a los personajes" que dirigió Carlos Giménez; ahora 2014, esboza desde el cielo una gran sonrisa, en esta dirección bajo la tutela de José Domínguez. 

¡Que no haya miedo, Gabo, que no haya miedo!


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