El vuelo perdido.

 Casi me quedo sin vuelo, básicamente, por güey. Tenía que entregar una forma migratoria que mis casi tres años en México me impidieron que recordara que no era de allí, así que no la pedí. Me dijeron, tienes 5 minutos, si no pierdes el vuelo. ¿Qué? Pues, nomás. Corre. Me sentí como en un participante de Exatlón sin habilidad alguna. 5 minutos hasta el Starbucks, que no estaba cuando más lo necesitaba. Ahí estaba migración, tengo que irme, tengo que irme le grité al oficial. Él cerró su periódico y de una manera muy amable, pero poco eficiente me dijo: debieron decírtelo antes, seguro tienes horas en este aeropuerto. Sí, horas, mentí. Me selló todo. Me dijo, suerte, corre. Corrí de vuelta los casi 2 kilómetros y pensaba: Si el amor de mi vida, se estuviera yendo de país, yo sería de esos tipos que correría pensando, es muy desgraciado no dejarlo ir. Ya compró boleto, reservó, mandó sus cosas, ¿qué es eso, chico? Me detuve, no porque pensara que del otro lado el amor de mi vida me estuviera esperando, no. Me cansé a 200 metros de la taquilla. El tipo que me dijo que solo faltaban 5 minutos o perdía el vuelo, me dijo, dale, no te detengas. Llegué hasta él con el testigo migratorio y, sin más, le dije, "verga, te amo". Me vio con el ceño fruncido. Otra, en el pasillo me confirmó con una sonrisa, lo lograste. Y yo tomando lo poco que quedaba de respiración, me desmayé en sus brazos. No, pero hubiera estado bueno.

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