Hola, negro.

Hola, papá.

¿Cómo está todo por allá? Espero que bien. Quería escribirte porque como sabes los fantasmas leen mejor las cosas que escucharlas. 

No es por nada, después de partir, siempre pensé que eras un fantasma y aunque  quise verte para que me aclararas algunas cosas, nunca pudiste porque los fantasmas no hablan, solo asustan y supongo yo que no querías asustarme. 

Que sí, que intentaste decir cosas, mostrarte, pero como eras negro y los fantasmas, por lo general, son blancos, nadie te vio. Ahora entiendo porqué usabas ese saquito blanco feo, no era por elección sino por prevención, para que pudiéramos reconocerte si venías de paso al más acá. 

Supongo que también te quedaste callado, para que creciéramos pensando más bien en que nos dirías, en cual seria la elección  correcta para nosotros, y aun asi poder echarte la culpa si no lo hacíamos bien. Papá, te dije que así no era. 

Además, uno puede hacerse el loco para decir que no está loco cuando habla solo y alegar que está hablando contigo, pero ese es otro tema. Tú estabas muy loco aunque ese también sea otro tema. 

Sé que, aunque te fuiste pronto, y tengo muy pocos recuerdos, uno que no se me olvida es cuando nos hiciste una gambeta el día de tu cumple, el único tuyo que recuerdo. 

Aquel día, recuerdo que mi hermana te llevó una carta con papel quemado a casa de la abuela para que pareciera de época y, al soplar las velas, cuando pediste el deseo, si mal no recuerdo, dijiste: voy a dejar de fumar... Todos celebramos. Después de las doce de la noche, completaste... Seguimos celebrando. Al menos algo era. 

Ojalá pudieras contestarme algunas preguntas, pero hoy vamos a cantarte. Por acá nos dejaste a todos bien, y si me preguntan por ti, al menos tus nietos, prometo decirles, en tu honor, que estas muy demente y les daré un zape, también en tu honor, y les contaré esta historia:

Una vez a tu abuelo lo internaron por infarto. Oh, no, que pasó, me dirían. Yo les diría, nada, que le desconectaron la máquina y sonaba piiiiii, y la rayita larga lisa, sin pulso, y él la veía y decía ya me morí, pero no. Ahí andaba viendo su cuerpo y el piiiiii, pero no pasó nada. Salió y siguió jodiendo. Intentando que todos fuéramos del Magallanes por alguna absurda razón. Eso sí es poder de voluntad, de insistencia. Tenía que querernos porque todos le salimos de los Leones. 

Una polar a tu salud, una negrita. 

Gracias por dejarte culpar por mis errores y dejarle cocosettes, cual mensajero, a la corte celestial para cuando hago una petición.

Feliz cumpleaños, negrito.

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