Hijo de gato.

Después del after, a Armando se le ocurrió la idea de hacer otro. Ya todos se habían ido, solo quedábamos él y yo. Después de par de cervezas más y otros cuentos, le dio hambre y a mí se me ocurrió secundarlo. Estábamos en su casa. Le pregunté si quería cocinar y agarró, no sé de donde, energía y fue a la cocina. Se escucharon dos chirridos metálicos y exhaló "No, no me provoca". A eso de las cinco, salimos de su casa a ver que encontrábamos abierto. No insistimos mucho con una señora que estaba a menos de 300 metros. Vámonos para la avenida mejor, me dijo.

En el camino nos encontramos con 2 gatos uno negro y otro de un color que no recuerdo y que lo más seguro no acertaré. Ambos acosaban a una rata. El gato negro previó su mala suerte así que se detuvo mientras nos veía pasar, el otro no intuyó la presencia humana y se fue detrás del roedor. En medio del morbo nos fuimos detrás de él para grabar toda la acosa, para seguir el acoso, qué se yo.

Escuchamos el chirrido de la rata, ya el gato de otro color -supusimos- la tenía entre los dientes, pero no intuyó su mala suerte. La rata sube al árbol y el gato que, supongo tenía más miedo que curiosidad huyó.

La rata, bien rata que era, se perdió en el marrón de la noche. El gato se juntó con el negro y nosotros intuimos una mirada de odio desde el borde de la cerca a la que entraron. Cada quien agarre su moraleja.

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