Brecha en el silencio

Y pensar que se hizo en tan poco tiempo y con una sola cámara...


El arte venezolano se ha ido manifestando más por sus fórmulas publicitarias que por su calidad misma. Brecha en el Silencio se estrenó, para amigos y prensa, el 19 de marzo. Había visto su publicidad mientras andaba en la ciudad unos días antes. Su forma de propagarse era una apología al título de la película. Los hermanos Luis y Andrés Rodríguez, directores del filme, se valieron más de la calidad estética para difundirse que para sustentarse en unos cimientos mediáticos que trataran de formar una casa cuyo techo se podría caer prontamente. Estoy seguro que el voz a voz que se irá corriendo por la nueva propuesta de gran pantalla será más reconfortante que crear una gran expectativa que al final desmotive a un público anhelante de nuevo cine local. 

En líneas particulares, la película recurre a la novedad de sus actores, a un buen uso derivado de un particular lenguaje cinematográfico que rompe con la acostumbrada linealidad temporal de la cinematografía nacional; Pudiéndose pensar que los directores se enfocan más en la forma que en el fondo, no; ambos van de la mano e introducen al espectador en una nueva forma de contar, tal como si un cuento te lo dijera otra persona. 

 Ana (Vanessa Di Quattro) es una chica sordomuda que sufre los embates de su condición a través de una violencia que viene dada por la incomprensión de su entorno. Por lógica, todo es imagen. Es uno de los puntos más altos de la película, nos sumerge en el entendimiento del un mundo, nos enraiza en otros significantes: fotográficos y sonoros internos. Así la identificación con la protagonista es inmediata, cala honda y rápidamente. 

Otro punto que eleva a esta película es su diferencia de la monotemática urbe caótica, aunque presenta realidades sociales que pueden ser claramente identificadas con el país, no existe en ella el reconcomio de mostrar solo ese color local y se dedica a mirar específicamente lo que es pertinente para la película. No excede en vulgaridades, ni malandrinajes. 

Podría pecar de apresurado pero es una evidente evolución al legado de los hermanos Lumiere en Venezuela. Ojalá los Rodríguez inicien otro legado. 



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