El Truco

A Elena Cardona.


Yo de grande quiero ser veterinario o bombero. Más bien las dos, no sé por qué. Será que esas son las únicas carreras que existen cuando uno es grande. Mi mamá no es ninguna, sólo es mamá, está estudiando para ser veterinaria, le ha dicho a mi papá “trabajo con puros animales, lo único que saben es gritar y decir burradas, coño, ya no puedo, tengo que irme volando de allí”. Naguará, mi mamá si es linda, como si nosotros los humanos pudiéramos volar. Mi papá se echaba para atrás, agarraba su cigarrito y se reía, el sí yo creo que era bombero. A veces al volver del trabajo se le escuchaba diciendo “un poco e maricos es lo que había ahí, una fiesta e mangueras” con su camisita abierta y los pelos que le pendían del pecho, quizás tanto calor lo asfixiaba en pleno incendio por eso se desabotonaba, también es que siempre venía oliendo mucho a ese cosa que me echan en las heridas cuando me caigo, quizás el también se cayó y se raspó y le echaron alco-gol, así es como se llama, alcogol, por los futbolistas.

Mamá está consciente de lo mucho que trabaja papá. Como aquel día que fuimos a la playa, ese día estaba de guardia y se había raspado mucho, mi mamá dice rascado y yo no sé porque. La otra vez Luisito se cayó de la bicicleta y se rascó las rodillas, eso era un sangrero pero no olía a alco-gol. Sólo es mi papá que cada vez que sale a trabajar huele así, "fó, rascado desde la cabeza a los pies" pero no le vi ni un rayoncito, seguro por dentro, seguro su turno se le había acabado y dejó a esa gente quemándose y papá quería salvarlos. Así que ese día papá llegó justo a tiempo, a las 6, "nos vamos pa' la playa" gritó, estaba cansadito, los ojos a medio abrir y la corbata en la cabeza ¿para que llevarán corbata los bomberos?, mamá se apiadó de él y lo sentó en la mesa, papá era más fuerte que un toro pero ahorita parecía uno de mis títeres, eso seguro porque mi mamá sabe cómo manejar a las bestias salvajes que trabajan con ella en la veterinaria y porque antes de dormirme también me hace obras de teatro con mis títeres. Le dio un café y unas nalgadas pa’ que se fuera a la ducha, lo metió ahí con agua fría para que se le olvidara el calorón del incendio, salió y cuando volvió... el pobrecito dormido de pie, contra la pared. Mamá fue a la cocina agarró una esponja y regresó a bañarlo, se reía de las cosas que decía. Yo desde afuera los veía con mi tobito, esperando, quería ir a la playa. “No nos vamos hasta que tu papá esté blanco, lo que pasa es que se nos pasó de horno” mientras me picaba el ojo con una sonrisa chueca. Papá era negrito, había adquirido su color en los incendios, eso pensé pero ¿de horno?

Listo el chofer nos fuimos para la Guaira, era mi primera vez, iba a ver el mar por fin. Mis hermanos ya lo habían visto dos o tres veces asi que dormían uno encima del otro. Al pasar los túneles el estómago me pateaba y no podía dejar de verlo, tierra y agua juntas, quería aboyar al carro de la emoción, habíamos llegado. El mar me había dejado de sorprender, luego de unos minutos, justo cuando lo ví, a ése, al avión saliendo de la pista del aeropuerto mantequilla y Simón Bolivar subiendo hacia el cielo, si el mar es un cielo contiguo ¿por qué no se va por abajo? ¿a Simón Bolívar le gustaba la mantequilla? Mi emoción la decía con las manos, y de repente le pegué un grito a mi hermana que me lanzó una suerte de reojo, bostezó y siguió durmiendo.

Ya estábamos allí, la arena era una especie de maravillosa tempestad de desierto con un oasis constante enfrente, aguita poca a la que quería llegar porque cuando me bajan del carro y me ponen allí con la arena, mi primer pie, lo que hago es...llorar, claro, estaba hirviendo. "coño Luis, te dije que le pusieras las cholas al niño" y seguía llorando hasta que me compraron un bati bati. El mar era divertido, sí, los primeros 10 minutos, "no te vayas mas allá de la orilla" "cuidado con los cangrejos" "no toques esa agua-mala" yo me preguntaba para que me habían llevado a aquel pozo tan inmenso si todo era agua mala, debe ser para que a uno se le quiten los miedos. Era un corte de la felicidad, así que a expensas de los demás y en un pacto con mi papá me compraron otro bati bati, yo comía y veía el mar, mi primer recuerdo era así: frío y con sabor a uvita. El anime que flotaba en el cielo opacaba a la inmensidad. Un anime igual a un papagayo, es lo mismo, pero este se parecía a aquel que vi cuando llegamos, me recordaba, sí, a mi avión. Así que en otro pacto mi hermana y mi mamá me lo compraron, yo era feliz, imaginaba ser el piloto ¿piloto? mmm...quiero ser piloto, había descubierto otra carrera. Estaba pegadito al azul de arriba y no el de abajo -claro, sino sería un barco- una conexión por cable de pabilo con Dios. Si tenía un avión podría pedirle al niño Jesús mis juguetes de una buena vez sin esperar a diciembre, así que por aquí y por allá anduve con mi avión hasta que nos fuimos a casa. Mis hermanos por supuesto no podían dormir, el avión era gigante y los molestaba. Yo abrazaba al avión, dormido, eso sí.

En brazos de mi hermano veo como se llevan el pedazo blanco, que por cierto tenía grabado un orejón de lado y lado, y lo guardan encima de una repisa, después de allí, lo capto y me rindo como uno de esos actores de guantes rojos y azules de las películas que ve papá, Pambelé y el retorno de... no sé. En la mañana me paro bien tempranito, como a las 6, y lo busco y lo busco, entre tanto me quedo viendo comiquitas y se me olvida, ajá ahí está, el ratón de mi avión, ¿cómo ha ido a parar al televisor? Mickey lo llaman. Se escapó, lo busco detrás del televisor y no está, el tal Mickey robó mi avión, se fue a ser famoso. Entonces, triste el recuerdo, le hago el avioncito a mi hermano runnnnnnn tu tu tu tu tanto, que se obstinó y me dio el avión, estaba guardado en alguna parte del balcón. No vuela por sí solo, pensé que lo haría si lo lanzaba duro, pero no, sube y ahí mismo vuelve a bajar, colisiona como tres o cuatro veces con la cabeza de mi hermano que me mira furioso y en un último pacto de arrechera agarra y lo desarma, lo veo como atraviesan cuerpo y alas las rejas del balcón, y cuando pienso que lo va a soltar, pun, lo vuelve a armar, me da el pabilo y sigue en lo suyo. Me divertía en el balcón volando a Mickey, pero alrededor de esos diez minutos que me aburrió el mar, el avión se había fastidiado de mí y se cayó, se posó en el techo de la vecina del piso 1, nosotros vivíamos en el 4. No sabía qué hacer, si le decía a mamá se iba a sentir mal porque había roto su pacto, pero me acordé, ella dijo que podía volar, quizás sus poderes yo los había adquirido, asi que flaquito y todo me meto entre las rejas, me pasan los pies con facilidad, luego las piernas, pero cuando llego más arriba de mi pipicito no paso, le pego un grito a mi hermana pidiendo auxilio. Ella pone una cara de susto y me dice: "coñooooo salte de ahí" y me jala hacia arriba, yo quiero es bajar y le muestro el avión que está ahí en el piso de la vecina, me sigue jalando pero no puede, asi que sale mi mamá y con un poco de pasta de esa larguita en la mano dice lo mismo "coooooooño" asi que me agarran de un brazo y del otro, y me jalan, pero no, estoy atorado, mamá va y busca un pote de aceite, y me lo echa y salgo pa arriba.

El avión se ha quedado ahí, sin mí. "¿Tú eres loco muchacho?" dice mamá, pero pensé que la loca era ella, ella dijo que podíamos volar, ¿por qué no me dejó buscar mi avión? Y me quedé ahí esperándolo, hasta que supe que no éramos gente que volaba, éramos más bien como lagartijas. Lo descubrí cuando vi a mi hermana encaramándose en el techo de la vecina para buscar a mi avión, a la rata esa, digo, a la del pedazo de anime. Mi hermana, la lagartija, agarró y me dio el avión y me dijo: "sin viento no puede volar, nano" entonces entendí, ah, la próxima vez que quiera volar espero a que venga un viento y suaz, me lanzo. La gente necesita de una buena ráfaga para aprender a tomar vuelo. Rompí el avión, lógicamente, ya sabía cual era el truco. Mickey me caía mal también.

Papá no se enteró de nada, esa noche cuando volvió del trabajo llegó cantando: "la marina tiene un barco, la aviación tiene un avión, vamos a ver a los cadetes que hoy están de graduación". "¿papi, que es un cadete?" le pregunté. Y él con sus ojitos a medio abrir me dice: "esos son maricos, bueno, y también militares". Se fue tarareando la canción hasta espatucarse en la cama. Yo nunca iba a ser cadete, ni militar, no quería saber más nada de aviones. Mi hermana me había enseñado el truco. ¡Quiero ser veterinario!

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